El término "nueva evangelización" se ha
hecho común en la Iglesia, y se ha difundido sobre todo por la enseñanza de
Juan Pablo II. Se han utilizado también otras variantes: segunda
evangelización, reevangelización, nueva etapa de la evangelización. Este
concepto se refiere a las nuevas condiciones de evangelización en el mundo
actual. En efecto, la tarea de evangelizar las conciencias y las culturas presenta hoy un nuevo desafío, ya que ocurre
a menudo que los ambientes por cristianizar estuvieron marcados en otro tiempo
por el mensaje de Cristo, pero la buena nueva ha dejado de ser escuchada ante
la indiferencia y el agnosticismo práctico. Parte de la sociedad ha agravado
especialmente este clima de fe inhibida o dormida. Por eso se impone a la
Iglesia la tarea de emprender una nueva evangelización. Preguntémonos qué diferencias
existen entre la primera y la nueva evangelización.
La primera evangelización es la que revela la
novedad de Cristo redentor "a los pobres" para liberarlos,
convertirlos, bautizarlos e implantar la Iglesia. La evangelización se propaga
en las conciencias y en las estructuras básicas de la fe: la familia, la
parroquia, la escuela, las organizaciones cristianas, las comunidades de vida.
Hay ya aquí una verdadera evangelización de la cultura, es decir, una
cristianización de las mentalidades, de los corazones, de los espíritus, de las
instituciones, de las producciones humanas. La conversión de las conciencias
transformó profundamente las instituciones.
Muchos evangelizadores del pasado realizaron una
obra considerable de Ia inculturación. Juan Pablo II recordaba que "algunos
santos supieron adelantarse a ciertas conquistas, sobre la inculturación
del mensaje evangélico en las diversas civilizaciones, tomando la lengua, las
costumbres y el espíritu de la raza en toda la plenitud de su valor. Notemos
que la primera evangelización no ha terminado aún en el mundo y que muchas
veces resulta enormemente difícil: en la India, en Japón, en los ambientes
budistas y en varios sectores de la sociedad que se encuentra en contra de los
valores religiosos.
La nueva evangelización se presenta en unas
condiciones muy diferentes. La segunda o la nueva evangelización se dirige a
poblaciones que fueron cristianizadas en el pasado, pero que viven ahora en un
clima no religioso, infravalorando el hecho religioso, tolerando una religión
privada y a veces combatiéndola directamente o poniéndole trabas indirectas por
obra de políticas y de prácticas que marginan a los creyentes y a sus
comunidades. Se trata de una situación nueva, que nunca se había presentado
antes con tanta intensidad en la historia de la Iglesia. Exige un esfuerzo
colectivo de reflexión para descubrir los sujetos o los destinatarios de la
nueva evangelización, condición indispensable para reevangelizar las culturas.
1. ¿A QUIÉN SE DIRIGE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN?
Intentemos comprender la mentalidad de las personas que son los destinatarios
de la evangelización nueva.
a) Una fe
desarraigada. En muchas personas no se ha desarrollado la fe primera por
falta de raíces y de profundización. A menudo la primera evangelización fue
insuficiente, superficial, y se ha ido entibiando y apagando poco a poco por
falta de interiorización y de motivaciones sólidamente ancladas. La fe no se ha
afianzado con una experiencia personal de Cristo, compartiendo la vida de fe en
el amor y en el gozo, ni se ha consolidado con el apoyo de una comunidad
cristiana cercana y viva.
b) Una fe
rechazada y reprimida. Muchos cristianos de nombre, que viven en la
indiferencia práctica, han rechazado una religión que se ha quedado, en su
psicología, en una etapa infantil y se les antoja moralmente opresiva, porque
la cultura popular confunde muchas veces religión y moralismo. Esa religión da
miedo y actúa sobre las angustias inconscientes. Hay que preguntarse qué
deficiencias de la primera evangelización pudieron provocar esta percepción
mental del cristianismo.
c) Una fe dormida. Resulta difícil
decir que en esas personas ha muerto por completo la fe; pero está dormida, es
inoperante, está olvidada, cubierta por otros intereses y preocupaciones: el
dinero, el bienestar, el confort, el placer, que se convierten a veces en
verdaderos ídolos. En un contexto de cristiandad, la presión de la religión
habitual podía bastar para mantener a los creyentes en una práctica
sacramental regular. Esta presión social no invalida necesariamente el valor de
la religión popular o tradicional, que ha dado grandes cristianos y grandes
cristianas. Constatamos, sin embargo, que la nueva cultura deja a la persona
espiritualmente sola, frente a sí misma y frente a sus propias
responsabilidades, que a veces se perciben confusamente. El desencanto, la
incertidumbre espiritual hacen al individuo frágil, angustiado y expuesto a la
credulidad. El aislamiento hace sensible a una palabra de acogida. Las sectas
lo han comprendido. A veces mejor que nosotros. Tenemos que explorar con
cuidado esos aspectos psicológicos y espirituales.
d) Psicologías moralmente desestructuradas. Todavía
es más preocupante el fenómeno de esa especie de "desmoralización"
fundamental que ha hecho perder a las personas toda estructura moral o
espiritual. Resulta casi imposible creer cuando el individuo desconfía de toda
ideología, de toda creencia, de toda gran causa que obligue a salir de sí
mismo. La sociedad moderna tiende a erigir en sistema esa actitud
individualista. El evangelizador mide el tremendo obstáculo que hay que superar
para llegar a la conciencia de esas personas. A pesar de todas las
dificultades, hemos de convencernos de que en todos los corazones, en
definitiva, hay una necesidad de esperanza. Ningún individuo rechaza para
siempre la luz y la promesa de la felicidad.
e) Una esperanza latente. El
hombre moderno lleva en sí mismo angustias y esperanzas características. Hay
que adivinar la angustia oculta debajo dé tantas actitudes y comportamientos
aparentemente tranquilos. Quizá nunca como hoy se ha manifestado tanta sed del
sentido y una búsqueda tan apasionada de razones de vivir. Descubrir esa
necesidad latente de esperanza es una primera etapa importante de la
evangelización. Más allá de las angustias hay que percibir sobre todo las
aspiraciones positivas que aparecen a veces en medio de la confusión. Estas
aspiraciones a la justicia, a la dignidad, a la corresponsabilidad, a la
fraternidad manifiestan una necesidad de humanización y una sed de absoluto. El
evangelizador sabrá leer allí una primera apertura al mensaje de Cristo. Estas
preocupaciones socio-pastorales se encuentran en todos los documentos del
concilio, como una preocupación evangelizadora muy concreta. Hay que releer el
Vaticano II en esta perspectiva. En el fondo de los corazones anida una
esperanza latente y un hambre espiritual. Es importante adivinar sus huellas en
la cultura actual, a fin de brindarle la respuesta de la fe. Es una nueva etapa
de la evangelización.
F) Derribar el muro de la indiferencia. En los países occidentales se ha difundido un clima
de indiferencia religiosa, de increencia, de insensibilidad espiritual,
de desinterés por el hecho religioso. El drama es que el evangelio no está
del todo ignorado ni es del todo nuevo. La fe está como presente y ausente en los
espíritus. La sal del evangelio ha perdido su sabor; sus palabras han perdido
su vigor. Las palabras evangelio, Iglesia, fe cristiana no son nuevas; están
gastadas, banalizadas. La identificación de la cultura con el cristianismo se
ha hecho superficial; véase, por ejemplo, el destino que se les reserva a las
celebraciones de navidad y de pascua con su recuperación comercial y
mundanizada. La buena nueva forma parte de las costumbres, lo mismo que las
tradiciones, lo mismo que el folclore y los rasgos culturales del ambiente. Los
cristianos tienen que revalorizar su tesoro en la opinión pública, en los
medios de comunicación social, en los comportamientos comunes. Hay que
reaccionar contra una culturización del cristianismo reducido
a palabras.
G) No dejarse marginar. Los cristianos
no pueden resignarse a quedar orillados; marginados de la cultura “dominante”.
Hemos de tornar conciencia de que nuestros valores centrales son eliminados
progresivamente. Observemos, por ejemplo, las palabras que se han hecho tabú en
nuestro ambiente cultural: virtud, vida interior, renuncia, conversión,
caridad, silencio, adoración, contemplación, cruz, resurrección, vida en el
Espíritu, imitación de Cristo. ¿Tienen todavía estas palabras típicas de la
vida espiritual algún sentido en el lenguaje corriente? Si nuestros
contemporáneos no comprenden ya las palabras qué expresan nuestra esperanza,
¿cómo podremos atraerlos a Jesucristo? Los jóvenes se sienten especialmente
tocados por el espíritu de la época, que descalifica radicalmente el hecho
religioso. Los jóvenes son los testigos y las víctimas de la crisis religiosa,
pero son también y sobre todo los reveladores de las aspiraciones
contemporáneas. Con ellos es con los que podremos crear verdaderamente una
nueva cultura de la esperanza.
En definitiva, reevangelizar significa anunciar
incesantemente la salvación radical en Jesucristo, que purifica y eleva toda
realidad humana, haciéndola pasar de la muerte a la resurrección. En este
sentido toda evangelización es nueva, ya que proclama la necesidad permanente
de conversión. Las culturas tienen un ardiente deseo de esperanza y de
liberación. Evangelizar es entonces la forma eminente de elevar las culturas y
las conciencias, que aspiran a la liberación de todos los egoísmos que ponen trabas
al reino de Dios. Evangelizar exige el anuncio de la salvación definitiva en
Jesucristo; y esto vale tanto para las personas como para las culturas, como
recuerda Juan Pablo II: "Puesto que la salvación es una realidad total e
integral, concierne al hombre y a todos los hombres, alcanzando así a la
realidad histórica y social, a la cultura y a las estructuras comunitarias en
que viven". La salvación no se reduce solamente a los afanes terrenos o
sólo a las capacidades del hombre. "El hombre no es su propio salvador de
forma definitiva; la salvación trasciende lo que es humano y terreno, es un don
de arriba. No hay autorredención, ya que solamente Dios salva al hombre en
Cristo"(Discurso en la Universidad Urbaniana, 8 de octubre de
1988).
La nueva evangelización se dirige a todas las
personas y a todas las culturas. Juan Pablo II proclama su necesidad en todos
los continentes. Esta evangelización, ha dicho, será "nueva en su ardor,
nueva en sus métodos, nueva en su expresión" (Discurso al CELAM, 9
de marzo de 1983).
BIBL.: AA.VV., La evangelización en el
mundo de hoy, en "Concilium" 134 (1978); BELDA R.,Promoción
humana y evangelización, en Fe y mueva sensibilidad
histórica, Madrid 1971 CAÑIZARES A., La evangelización,
hoy, Madrid 1977; CARRIER H., Evangélisation et developpment
des cultures,Roma 1990; In, Évangile et cultures: de Léon X111 á
Jean-Paul II, París 1987; CELAM,Evangelización, desalo de la
Iglesia. Sínodo 1974: Documentos papales y sinodales. Presencia del CELAMy del
episcopado latinoamericano, Bogotá 1976; LAURENTIN R., L
évangélisation aprés le quatriéme Synode, París 1975.
H. Carrier
Espero tengan buena tarde :)
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